Sin duda, el juego más extendido en África, aunque con distintos nombres es el AWALÉ.
Aunque parece que se remonta a más de mil años es difícil precisar la antigüedad del awalé o mankala, juego extendido por casi toda Africa, con distintos nombres pero prácticamente las mismas reglas. Es un juego de hombres adultos. Juego de habilidad, de estrategia y de inteligencia que suele jugarse al caer la tarde. Lo esencial de juego, a pesar de sus distintas modalidades, es que dos jugadores sentados frente a frente, partiendo de un igual número de fichas (normalmente 24 semillas), ganará el primero que logre colocar el mismo número de fichas en cada casilla, desequilibrando para ello las casillas del adversario. Moviendo el brazo de izquierda o derecha o de derecha a izquierda deberán ir soltando fichas, dos, tres, cuatro o ninguna, según las fichas que existan en cada casilla. La concentración es máxima. Se observa, actúan con asombrosa rapidez. Las fichas caen con precisión matemática. El tic, tac de las fichas al caer, es rítmico, sostenido, cadencioso, digno de ver.

El armazón del awalé de una sola pieza, va desde una simple plancha de madera en la que han tallado las doce casillas hasta una verdadera obra de arte de las formas más diversas. Los modernos awalés portátiles, más ligeros, están, hechos de dos piezas unidas por dos pequeñas bisagras.

El awalé es, en su origen, un juego sagrado. Las semillas eran el símbolo de la fertilidad y durante el juego una semilla no podía permanecer sola, aislada. Reunir el mayor número posible en una casilla representaba llenar el granero de reservas.
Es un juego extendido por casi toda África, con pequeñas variantes dentro de sus distintas modalidades y con distintos nombres según las áreas geográficas, como akong o songo.